capitulo 1
-¿Quien me iba ha decir que se iría
el viejo?-
Ya no le queda fuego en el vaso y
el tranquilo y complaciente camarero le señala la botella.
-Dale-. Dice. El mata penas cae,
choca con el vidrio pero no se pone cómodo, el corpulento que
lloriquea agarrado a la barra lo sentencia rápido y apunta un dedo
fuerte y tembloroso al amasijo con forma cóncava de silicato sódico,
metales alcalino térreos y otros componentes baratos que cambia de
transparente ha hermosos tonos caoba cuando el espirituoso se
arremolina hasta la mitad.
-Esta debería ser la ultima ¿no
cree?-. Le dice el tranquilo mientras coloca el whiskey de tennessee
a su espalda.
El tipo grande se inclina cada vez mas, poco a poco, si cae al suelo es posible que la vitrina llena de botellas vuelque, las lamparas se precipiten sobre los silenciosos que también ahogan sus males cotidianos o sobre los que simplemente cenan cerveza después de un día de mierda en el trabajo, puede que incluso el maldito edificio se desplome sobre todos ellos y una reacción en cadena entierre la gigantesca y abarrotada ciudad de una vez por todas, porque las urbes son contrarias a natura.
-Ese viejo cabrón de blanco dice que
se va...se va dice el muy...y ya esta, todo a la mierda, mi negocio a
la mierda y yo a la mierda y mi familia y mis amigos y conocidos y
vecinos y todo el puto mundo a la mierda-. Se queja el tipo fuerte
mientras intenta dar un golpe en la madera de la barra pero lo
descarga sobre el bol de alpiste para humanos y bum, el cuenquito
petroquímico polimerado imitación de mimbre, pintado como si fuese
un mueble lacado, estalla en cientos de pequeñas esquirlas afiladas
a la velocidad de la luz, el contenido vuela como las miles de
lucecitas de un cohete de feria que se expande como un paraguas
gigante que cubre todo el universo.
-Esta bien amigo, creo que por hoy es
suficiente-. El camarero tranquilo piensa que no se molestara ni en
cobrarle porque no le ve en condiciones de hacerlo, ya se lo pedirá
el próximo día y no se le va ha olvidar porque es una cuenta
bastante alta.
El tipo sale del bar no sin ayuda, fuera es de noche y hace frío, uno de los febreros mas jodidos de la ultima década. El grandote ni se entera. El tranquilo aspira el aire cortante y limpio y saca un cigarrillo mientras lo observa alejarse, una silueta emborronada entre las nieblas de la primera bocanada, desapareciendo después entre velos de oscuridad. Los edificios se lo tragan mientras se arrastra anadeando, chocando con todo lo que le rodea como si fuese la bola de acero enloquecida de un pinball descontrolado. Cuando llega a casa, su mujer y el bebe de ambos duermen ajenos en el dormitorio, en la cama y cuna respectivamente, el golpea sin darse cuenta el perchero de la entrada, estira el brazo para dejar las llaves en la mesita bajo el espejo, que se estrellan en el suelo, también choca con un marco, dos puertas y otro marco, con la mesa del comedor y un jarrón que no recuerda poseer, por ultimo golpea la cuna sin darse cuenta, hasta que la niña rompe el aire asustada con un llanto que hace temblar las ventanas.
capitulo 2
-Soy hessel, ¿le importa si hablamos
un rato? .
-¿Es usted policía?-. La mujer de
unos 50 años le mira de arriba abajo entre asombrada y molesta y un
toque de curiosidad porque hay algo diferente en el hombre del
rellano, que solo mueve la boca y tiene la mirada congelada.
Pero el tipo se le escapa a sus
sentidos, que no entienden lo que ve, o mejor, prefieren no saberlo y
lo encasilla con los otros que han estado antes.
-Ya estuvieron sus compañeros,
muchos, no han parado de venir en toda la semana. -¿No cree que ya
es suficiente oiga?, lo he dicho muchas veces, no se nada, no vi
nada nada nada- La señora intenta cerrar la puerta pero choca con
una pesada bota oscura, se queda paralizada, nunca nadie había hecho
algo así, esta tan sorprendida que ni siquiera tiene miedo.
-Perdone que halla sido tan brusco,
tengo una semana dura y he dormido poco, no soy policía y necesito
su ayuda-. Hessel suelta todo esto muy tranquilo con un tono de voz
agradable y conciliador y unos ojos cálidos que hace un instante
parecían muertos, de hecho todo el parece el fantasma muerto de
alguien que ha muerto no hace mucho aunque su aspecto es impoluto.
La señora reacciona y abre de nuevo la puerta, mas por el efecto de un sortilegio que por voluntad propia y consciente y se sorprende cuando comprende que se ha echado a un lado para dejar pasar a un extraño en su casa.
-Pase-. Dice en un susurro cuando el
hombre se encuentra ya en el salón de estar, abarrotado de muebles
heredados de otra época, de esta y algunos que todavía no se han
fabricado y ya tienen un hueco reservado, es por estos espacios que
se mueve ahora serpenteando hessel, hasta el sillón orejero mas
grande de los tres que hay por toda la habitación.
-Ese es el sillón de mi marido-
Salta la señora rápidamente al escuchar el gruñido del roído
orejero cuando hessel se arrellana como un bloque de mármol.
-¿Esta el en casa señora?-. Hessel
la escruta con los ojos entrecerrados clavados en los de ella.
La mira como si ya supiese que su
marido no esta, porque ya sabe que esta muerto.
-Ahora mismo no-. Dice girando la
cabeza hacia el balcón como si debiese acercarse a el por que en la
calle ocurre algo de gran interés, coches, gente, mas coches, mas
gente.
El saca un papel de un bolsillo
de la chaqueta y ella le ofrece un café, el lo toma solo y no quiere
pastas ni donuts ni cruasanes ni nada, ella se come uno de cada y
repite de café descafeinado con abundante leche descremada, sin
lactosa y un sobrecito de edulcorante del que vierte la mitad, osea
agua mas agua mas aspartamo, después lo pliega cuidadosamente,
satisfecha, guarda en un bolsillo el secreto de la salud que mantiene
a raya su oronda figura.
Hessel espera tranquilo a que ella termine sabiendo que le puede caer la noche encima y que quizá deba quedarse a dormir en la casa que parece un museo de muebles a pesar de ser unos completos desconocidos. Ella termina y justo cuando iba ha hablar el la corta, le hizo preguntas que no podía responder porque decía no saber nada. Tenia los morros llenos de azúcar glas y miguitas por todo el chal y una falda negra kilométrica, que tapaba unas zapatillas con forma de animalillo bondadoso y peludo.
-Mire, Milagros de la fuente, usted
sabe lo que paso, usted lo sabe todo-. Alza la voz firme y acusadora
sin moverse y sin expresión alguna como si fuese un cadáver.
-Dios mio, ¿como sabe mi nombre?, y
mi apellido también-. Se levanta de un salto, quiere echarlo, un
rebaño de migas de harina tostada se precipitan como si la montaña
firme en la que pacían seguras sufriese un terremoto. Con la cara
congestionada a punto de fundir el blanquecino azúcar glas que
maquilla su cutis le señala la puerta.
La estatua muerta de hombre se
limita a mirarla y dice:
-Lo se porque lo pone en el buzón,
porque me lo ha dicho la del segundo, la misma que me ha dicho que
usted y una del primero no se hablan, esta a su vez que su marido
falleció de diabetes hará cosa de dos años y medio...
La verdad es que nadie supo nunca si el señor de la Fuente murió de enfermedad o enfermo de ver a su esposa tragarse tres kilos diarios de suculenta bollería saturada de grasas trans y otros tantos litros de lácteos sin lactosa aguados y generoso dulce en sus diversas vertientes.
-Que usted sabe hasta el numero de
palomas que rondan la manzana entera y que la fachada del edificio de
enfrente es como una televisión gigante donde usted se conoce a la
perfección todos los canales y como vive puerta con puerta con el
vecino que investigo, sabe lo que paso y si no me lo dice ahora mismo
le aseguro....
Hessel sale del edificio como si
hubiese estado allí un fantasma, ni siquiera es un recuerdo para
aquellos con los que se ha cruzado en el rellano, escaleras y
portería. ¿Quien querría acordarse de un muerto que anda?.
Pero la señora de la Fuente no le olvidara nunca, resulta que el muerto le prometió que si no colaboraba le enviaría el día menos pensado un grupito de gitanos anti Diogenes que la dejarían sin sus amados muebles mientras ella comprase la fruta y los bollos. Hessel no necesitaba saberlo pero intuía que esos objetos tenían un valor sentimental especial.
Pero la señora de la Fuente no le olvidara nunca, resulta que el muerto le prometió que si no colaboraba le enviaría el día menos pensado un grupito de gitanos anti Diogenes que la dejarían sin sus amados muebles mientras ella comprase la fruta y los bollos. Hessel no necesitaba saberlo pero intuía que esos objetos tenían un valor sentimental especial.
Lo que ocurría es que ella se
sentía representada por cada uno de ellos.
capitulo 3
capitulo 4
capitulo 3
-¿Oiga?, si, necesito un taxi para el
aeropuerto de barajas, estoy en la calle Constantinopla 16, gracias-.
Ya te tengo, piensa Hessel mientras guarda el móvil y se ajusta el
abrigo para que no le entre el aire por la pechera.
Dicen que el viejo se levanto por la
mañana y dijo que se jubilaba, que se iba, así sin mas y que ni
siquiera los mas cercanos a el, ni sus colaboradores, tenían puta
idea del asunto, sencillamente dijo:
-Me marcho, no tengo la fuerza física
ni mental suficientes para el sostener el cargo-. La verdad es que
últimamente se quedaba dormido en las multitudinarias apariciones
publicas. Dijo que el cargo necesitaba de alguien mas fuerte.
El mundo alucina, es algo que no
ocurría desde el medievo y así de sopetón, deja muchas incógnitas
y de paso el puesto por el que ya se están pegando los chacales.
Esta sorpresita en realidad, a los que fastidia es a todos los que
tenían algún negocio pendiente en común y que de pronto se han
quedado sin nada, como le ha ocurrido al señor Juanjo, que la otra
noche machacaba su hígado y un bol lleno de pienso en la oficina de
después de la oficina. Resulta que tenia una futura contrata con el
abuelo que aseguraba su empresa por varios años, este, después de
anunciar su retirada no se había molestado en decirle que todo había
terminado para el y para otros tantos en idéntica situación, por
eso bebía tanto, lloraba otro tanto y se fue a casa como pudo para
llegar allí y golpear sin pretenderlo la cuna del bebe y liarse con
el a puñetazos totalmente inconsciente de lo que estaba haciendo.
Cuando la mujer se despierta le
pregunta que que hace, aun esta algo dormida y todo esta oscuro,
enciende una luz y el terror se cuela por sus ojos hasta el cerebro
matándola un poquito mas.
-No por favor, a ella no, nunca la
habías pegado a ella-. La esposa del grandullón ya esta plenamente
despierta aunque no puede moverse, el cuerpo se le ha convertido en
piedra.
-Cállate maldita zorra, todo es
culpa tuya, tu tut u y tus...tus mierdas, si no gastases el dinero en
mierdas no estaríamos así-. No sabe lo que dice, es una fuerza de
la naturaleza en descontrol y nada de lo que oiga entrara siquiera en
su mente, golpea el aire como si librase un combate con un boxeador
invisible.
El tipo ya había pegado antes a su
esposa, hubo una época incluso en que fue un habito diario, aunque
desde que tenia negocios con el viejo de blanco las cosas le habían
ido mejor, se comportaba como si nunca hubiese pasado nada, como si
todo estuviese bien, con alguna recaída de vez en cuando, pero
aparte de eso todo normal como en cualquier casa humana.
-Por amor de dios, ¿que has
hecho?-. Con el cuerpo encorvándose poco a poco y deslizándose
despacio hasta apoyarse en el suelo se lleva las manos a la cara,
envolviéndose en ellas la cabeza como si pudiese así aislarse de la
habitación, del mundo entero y del mismo universo con la esperanza
de despertar y que todo sea distinto, incluso ella misma podría ser
otra cosa, pero con el bebe intacto.
De camino al aeropuerto el muerto hace
unas llamadas y confirma que aun no ha salido ningún vuelo a las
canarias, ha averiguado que el único familiar del tipo denunciado
por maltrato, es un hermano que vive en las islas, la policía ni
siquiera le ha llamado para saber si el agresor se a pasado por allí,
creen que anda por algún hotel escondido o tirado al monte, que
aparecerá en cualquier momento, hecho polvo, confesando y ya esta,
pero no todo el mundo es así de paciente.
-No coja esa calle, quiero llegar
cuanto antes, gracias-. Hessel mueve los labios y nada mas, su voz es
tranquila pero no deja dudas de que es mejor no llevarle la
contraria.
El taxista da un respingo y se
acojona, es de la vieja escuela y ha visto de todo, escuchado de todo
y visto demasiado, pero el tipo de atrás, parece un muerto y lo
ultimo que esperaba en esta vida y en todas las reencarnaciones
futuras posibles es que el muy cabrón fuese capaz de hablar tanto, y
por si acaso, busca vaho frío saliéndole de la boca, vigilando el
retrovisor con ojos estrechos y como no ve nada, decide no abandonar
el taxi, terminar la carrera cuanto antes y de paso jubilarse, como
el tipo ese de caperuza blanca, el viejo que dimitió.
El tipo grande esta en el aeropuerto,
no puede creer lo que ha hecho, esta reclinado en un banco para gente
que espera y espera y sigue esperando hasta que el servicio de
limpieza llega un día y mete a esos pacientes usuarios ya resecos y
inmóviles, en bolsas negras para desaparecer y no volver mas. Espera
mientras ve marchar aviones por las diferentes pistas, y a otros
llegar de todas partes.
Una cosa es darle a ella de vez
en cuando y otra muy distinta darle así a la ni...dios mio-. Piensa
mientras otro avión llega y aterriza, haciendo que cualquier
persona curiosa que observa o espera y espera no pueda evitar pensar
que con lo grandes que son y lo que pesan, como es que aterrizan con
tanta suavidad sin empotrarse contra el asfalto y estallar en un
llamatazo brutal de fuego y hierros incandescentes.
Ni siquiera puede oírlo
mentalmente, la niña, la niña de cuatro meses, sabe que se ha
pasado, que ha llegado demasiado lejos, por eso huye y esta
aterrorizado, no quiere separarse de la pequeña, incluso sabe que va
a echar de menos a su esposa, aunque solo sea por lo arreglada que
tenia la casa y un polvo ocasional, perdido he insípido que se
diluía entre los muchos polvos extranjeros echados en el “palmera
caliente” de la ronda este.
capitulo 4
El taxi vuela y ha estado a punto de
estrellarse dos veces, una contra otro coche que estaba parado en
doble fila y otra contra un camión de treinta mil kilos, el viejo
conductor suda y agarra el volante tan fuerte que le duelen los
tendones, si este no estuviese firmemente adherido a la barra de
dirección por un tornillo de acero, hace rato que hubiese dado igual
lo que el experimentado taxista hiciese con el, porque el coche
habría quedado a merced de las leyes de la física y el azar. La
policía les persigue por conducción temeraria, no importa, le da
igual, el muerto ha dicho que solo se bajara en el aeropuerto y en
ningún otro sitio. El abuelo no ha pisado el freno desde que la
estatua de carne ha sentado su culo en el plástico marrón imitación
cuero.
Hessel piensa:
Mejor así, que nos persigan los
polis, les voy a necesitar por si el tipo grande se pone tonto.
Ya están en la puerta y el coche
frena y derrapa cuarenta metros frente a la larga linea de taxistas
aparcados, que alucinan cuando ven llegar al veterano como salido del
mismísimo infierno.
-No me pague por favor, solo bájese
y que tenga un buen día-.
No sabe si desearle eso o buena
tarde o feliz eternidad al fantasma de piedra.
-Adiós-. Y acelera para evitar que
la poli le eche las zarpas encima y encerrarlo para siempre y también
para llegar al garaje y presentar la renuncia cuanto antes, mañana
estará en Benidorm con su señora bebiendo cervezas y tratando de
convencerse de que todo a sido una pesadilla que por supuesto no ha
ocurrido.
Hessel tampoco tenia intención
de entretenerse ni para pagar, osea que bien para ambos, no se deben
nada y ya esta. Entra rápido y le grita a un seguritas que un tipo
en busca y captura se encuentra en la terminal a punto de abandonar
el país mientras le enseña su identificación.
-¿Que quiere que haga?-.
-Llame a los suyos para que paren el
viaje que va a Canarias-. Le dice señalando el panel de salidas.
La policía entra a saco
atravesando como balas las puertas transparentes y se echan sobre el
sabueso, son dieciocho y algunos llevan la pipa en la mano.
-Eh oiga ¿que se ha
creído y donde esta el taxista? - uno de ellos, muy tenso le agarra
de la pechera- es un nacional y con estos no se juega.
Hessel lo sabe y
muestra los papeles aunque no hace falta, varios de ellos saben
perfectamente a quien tienen delante.
-Estoy buscando al
grandote del maltrato- mira a todos y a ninguno y baja la voz para
darle emoción a lo que sigue- Al que pego a su hija, el bebe
pequeño- una oleada de comprensión les invade a todos y la tensión
de sus cuerpos se mueve como la ola en un estadio de fútbol desde el
primero hasta el ultimo, terminando en el seguritas del aeropuerto.
Ya los tengo -piensa
Hessel-. Y mejor así porque con todos estos no podrá escurrirse.
-Si no me equivoco se va
a Canarias y en breve sale el próximo avión a las islas -habla
rápido- así que hay que moverse.
Son las once cuarenta
de la mañana y la voz aterciopelada de ángel del megáfono anuncia
la salida en los siguientes tres minutos.
-¿Adonde vamos?- le
pregunta el fantasma de piedra al poli de aeropuertos, un tipo serio
que estaba mas aburrido que un tren de granito hasta que el tipo que
le pregunta entro como un misil en el vestíbulo.
Hace tres semanas el
aeropuerto de barajas instalaba un nuevo sistema de iberia para
evitar el deslizamiento en los aterrizajes y despegues por la pista,
un moderno sistema de tecnología 3d, lo ultimo de lo ultimo en echar
sal gorda al suelo. Un sistema informatizado que decide donde y
cuanto de este producto se aplica con un margen de error de mas menos
un metro, osea, lo que antes hacia un operario cualificado y
experimentado por si solo, con la salvedad de que ahora una maquinita
que cuesta la unidad ocho mil euros le va dictando con voz monótona,
mecánica y muerta donde echar las paletadas.
Los policías corren
detrás del cadáver andante, el cadáver detrás del seguritas, y a
este se le van uniendo compañeros salidos de todas partes
como en un partido de rugby, y todos esquivaban usuarios que estiran
sus cuellos y los giran maravillados por el ballet de uniformes
variados que representan la ley y que parece que están a punto de
hacer algo que han visto en las películas de acción de los noventa,
donde los hombres son hombres y las mujeres mujeres, beben, fuman y
maldicen en horas de trabajo y resultan competentes y honestos dentro
y fuera del mismo.
Llegan al mirador que
esta junto a la puerta de embarque del vuelo a canarias.
Vacío
No hay un alma, por no
haber no hay ni recepcionista y en los bancos frente a la gran
cristalera no hay nadie esperando, ni siquiera algún usuario
shakespiriano muerto y seco, porque ya se lo han llevado.
-llegamos tarde- hessel
coge aire tras la carrera y uno de los polis junto a el se pregunta
si realmente lo necesita para vivir o para estar muerto, no lo tiene
muy claro.
El grandote se ajusta
como puede al sillón de pasajero, en la parte de atrás, casi en la
ultima fila, se siente aliviado y raro a la vez, nota que algo se ha
roto, pero no sabe que. Una azafata pasa junto a el y les pregunta si
todo esta en su sitio, la pasajera de al lado dice que si y el se
estremece cuando contesta, no sabe que va ha decirle a su hermano.
Joder que buena está
esta tía. Piensa después de mirarla de arriba a abajo.
El grandote esta
levemente inclinado hacia el pasillo observando a la azafata alejarse
y preguntándose si en el vuelo sirven alcohol.
La pasajera de al lado
le esta mirando con una expresión de desprecio.
Pervertido asqueroso,
piensa, acercándose mas a la ventanilla, angustiada por no poder
cambiarse de sitio.
La voz del capitán
suena por un altavoz anunciando que no podrán despegar de inmediato
y que deberán esperar unos minutos, que todo marcha bien y que no
hay razón para preocuparse.
El fortachón se queda
petrificado, su rostro esta congelado y parece una mascara muerta de
un muerto que acaba de morirse. Se gira rápidamente pero detrás
solo están los lavabos y delante a lo lejos la entrada salida
sellada. Esta atrapado y en cualquier momento se abrirá la puerta y
le echaran mano, le cogerán y será para siempre y tendrá que
explicar algo que no puede explicar.
En ese momento se
acerca la azafata con un carrito, se levanta, la sujeta el brazo con
fuerza y le pregunta que ocurre.
-Ay-. Se queja la joven
morena de pelo perfecto y largo como el de una sirena que también es
muy alta y dice:
-Cálmese señor, ya ha
oído al capitán, no hay de que preocuparse-. Pelo perfecto tiene
los ojos muy abiertos.
-¿Puedo cambiar mi
sitio?-. Salta de pronto la vecina pasajera con la cara suplicante a
punto de llorar.
La azafata abre aun
mas los ojos y están a punto de caer al suelo de moqueta naranja y
reluciente, esponjosa, donde seguramente no se harían daño.
-Vera señorita, es que
no se puede, porque todos los embarques están numerados-. La
suplicante pasajera se sume depresiva en una depresión aun mas
profunda y la morena perfecta intenta zafarse del pasajero grande que
la hace daño en el bracito sin pretenderlo. Mira a la azafata y
observa que esta mueve los labios al tiempo que tironea de el para
separarse, pero no la oye, su cabeza se ladea y ve a todo el pasaje
como estático, sin inmutarse, y el sonido ensordecedor de la tensión
lo tumba en el asiento, empieza a sudar y a temblar y mira hacia la
puerta de salida por la que entraran a cogerle.
Cuando le detengan,
la pasajera vecina se alegrara mucho, seguramente la servirán un
benjamin de champán y podrá dormir estirada todo el viaje, feliz,
sin saber porque se lo han llevado y sin importarla.
Le falta aire, no
puede respirar y la cabeza se le congestiona, amenazando con estallar
y ponerlo todo perdido.
El grandote piensa:
Eso estaría bien,
quizá sea lo mejor, morir explotando y cubrir con mis entrañas
rojas a la idiota esta que tengo al lado, mierda, que despegue ya.
Se sujeta la cabeza
con ambas manos para intentar mantenerla de una pieza y en ese
momento la voz del megáfono le paraliza el corazón y con el ultimo
bombeo clava la vista en la puerta de entrada.
-Señoras y señores, el
problema esta resuelto y ya podemos despegar bla bla bla...-la voz
del capitán, masculina y segura produce vítores de alegría entre
el pasaje y le devuelve la vida a uno de ellos.
El cuerpo del
grandote se relaja tanto que parece muerto y por un momento su vecina
se ha olvidado del el.
Pegado al asiento y
con una sonrisa en la boca, cierra los ojos mientras el avión
acelera y se libra de la pista rumbo sur-oeste, hacia el mar.
El despegue ha sido
formidable y todo el mundo esta contento, menos uno que esta dormido,
agotado, y su vecina, que esta agobiada.
Las islas canarias
son un lugar fantástico, la temperatura inmejorable, el aire puro y
en sus tierras volcánicas se hace uno de los mejores vinos del
mundo, es un lugar para olvidar y ser olvidado un lug...
-boom-el ruido de un
objeto choca contra la bandeja desplegable que alguien ha bajado
frente al grandote.
Este da un respingo y
a punto esta de atascarsele el estomago en el esófago. Con los ojos
como platos ve dos figuras a su derecha en el pasillo, una se inclina
sobre el mientras la otra se mantiene al lado, recta como una farola,
el tipo inclinado parece un muerto y le habla a la pasajera de al
lado:
-usted, coja sus
cosas y vaya con la azafata que le buscara otro sitio-. Esa voz no
permite discusión.
La pasajera vecina no
entiende pero da un salto, esta tan contenta que cuando cae al suelo
ya esta en el pasillo siguiendo a pelo perfecto.
Los ojos del sin vida
se clavan en el grande.
-¿ve estas esposas?-.Su
voz parece un susurro de rabia contenida.
Le coge del brazo, lo
levanta y lo clava en el asiento de la ventana, luego se sienta y le
lanza los hierros al regazo.
-póngaselas-. Espeta.
Y saca un revolver gris
oscuro mate que parece que pesa una puta tonelada y golpea con el la
bandejilla desplegable de plástico con vetas imitación madera
pintada como si fuese un mueble lacado.
El grandote se coloca
las pulseras de acero y siente que hubiese preferido que el avión no
despegara, que la policía hubiese sido mejor opción, observa al
cadáver muerto y fantasmal que tiene delante y siente que hubiese
preferido no haber nacido.
El ser se inclina a la
izquierda, apoyando el brazo izquierdo en el reposa brazos derecho
del asiento del grandote, que poco a poco se va haciendo pequeño
hasta parecer una imitación barata en miniatura de plástico mal
pintada.
Sujeta con su mano
derecha la pipa enorme y se observa un corte profundo que recorre
toda la mano y que sangra profusamente.
Al subir al avión
por el hueco de uno de los trenes de aterrizaje traseros justo en el
momento en que este se cerraba, estuvo a punto de seccionarle la
mano.
-Supongo que habrás
oído alguna vez que si se dispara un arma en un avión a dos mil
pies de altura, la cabina se despresuriza y todo se va a la mierda
¿verdad?-
El grande no puede
evitar mirarle a la boca en busca de condensación en forma de bao
frío.
-Responde coño-
Pero no ve algo que
indique que no esta vivo.
-Si si si...señor-
-bien, pues no te
preocupes porque no esta cargado, lo tengo así por si abres la boca,
o te mueves, o pides ir al servicio o permiso para leer una revista
o suicidarte, vamos, que si haces cualquier cosa que no sea estar ahí
sentado y callado todo el viaje, te voy a dar tantas veces con el,
que cuando lleguemos y aterricemos estarás muerto y seras un
cadáver.
En la pista de despegue en
el aeropuerto de barajas, un montón de policías exhaustos miran al
cielo el puntito que se les ha escapado por muy poco.
Un coche de la compañía,
con el logo de la empresa en las puertas laterales del conductor y
copiloto se detiene junto al grupo de nacionales, policías locales y
seguritas.
El director del aeropuerto
sale vomitado del vehículo de empresa.
-¿que ocurre?, ¿que
esta pasando?-esta buscando algo o ha alguien para descargar un buen
chaparrón por tanto desajuste inusual.
el veterano nacional
le mira y dice:
-en ese vuelo va un
fugitivo-uno de sus hombres dice:
-no veo a hessel
señor-el veterano sargento sonríe y dice:
-póngame con
canarias-
FIN
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