Me dijiste.
- Dime que le has echado sal al
arroz-
Me clava los ojos atravesándome
la piel en espera de respuesta inmediata, con un plato cargado de
combustible en una mano y un tenedor en la otra. Acaba de hacer una
salsa de tomate casera que derretiría los huevos del Albano Kosobar
mas cabrón y genocida.
Menos mal que teníamos albahaca.
Mi sistema de supervivencia toma el
control a la velocidad de la luz.
- Si-
Yo no quería mentirte, lo he hecho
porque si no, confundirías mis olvidos mundanos con la calidad del
amor que siento por ti, pero compréndeme, cocer arroz no es una
prioridad, esta por detrás de amarte, de
soñar, de fumar y dar paseos con la mente en las nebulosas de los
anhelos hasta que me de una hipoglucemia.
Siempre barro por donde pasa la novia y
cuando friegas me echas la bronca, de vedad, es que prefiero tirar
los muebles a moverlos y luego volver a colocarlos en su sitio.
No se como se enciende el aspirador,
prefiero que las motas de polvo se acumulen debajo de las puertas
para evitar las corrientes de aire.
Tampoco limpio cristales, si quiero ver
el mundo, abro la ventana y dejo entrar a los vencejos para que se
coman las moscas de mi desidia.
Yo te amo desde dentro.
- ¿Has comprado el pan?-
- Lo estoy amasando con los poemas
que te dedico-
- No sirves para nada-
Sonrío
ruborizado.
Ayer estuve leyendo una revista
que decía que el noventa y cinco por ciento de los hombres no
recuerda las fechas importantes de su pareja.
Yo te dibujo flores en blanco y negro
en post-it que pego por toda la casa, que mas da si no recuerdo
cuando naciste, yo nací para ti, en el día
exacto en que soñé que el amor es un ente
vivo con consciencia propia.
- Baja al perro-
Se me queda cara de...
Mierda, el otro día le abrí
la puerta para que bajara solo, porque pensé
que ya era un adulto, capaz de enfrentarse a nuevos retos, y no me di
cuenta de darle unas llaves.
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