Jacinta se despertó
con un sueño revelador entre las manos, después de años del
fallecimiento de su padre, se quedo sola en la hacienda familiar,
como también heredo algún dinero, vivía tranquila sin tener muy
clara la forma de su futuro, había alguien con quien quería
compartirlo, pero era complicado, y así pasaban los días, se
sentaba en la parte trasera de la gran casa que daba a las tierras de
su propiedad, y miraba a lo lejos, al horizonte en busca de un
destino, de vez en cuando se le pasaba por la cabeza alguna que otra
idea y gustaba de contárselo a los seres que habitaban aquel mundo
del que ahora era dueña, prefería hablar con ellos que hacerlo sola
en voz alta, temerosa de que el viento le hurtara los tesoros de su
mente, imposibilitando la manufactura de los mismos, y así decía:
- Hoy he tenido una
idea, ¿sabéis?- y entonces se lo contaba todo a sus amigos, que
como no la respondían, realmente no les profesaba una amistad real,
para ella eran simples espectadores del teatro de su mundo interior.
Solía empezar con Paco,
el gran naranjo, miraba sus enormes naranjas redondas y hermosas de
formas y tamaños variados, naturales, que nada tenían que ver con
las que vendían en las grandes superficies, porque este naranjo era
solo para ella, y no necesitaba de productos químicos ni abonos
especiales, tampoco las recogía y calibraba, no llevaban pegatinas
con nombres como guste miel ni cosas así. Comenzaba con Paco porque
exhalaba un aura señorial y llevaba allí desde antes de nacer ella,
confiriéndole un estatus de sabio, luego preguntaba a Estroncio, el
burro, qué le parecía su plan de ese día, este se limitaba a mover
sus orejotas para escucharla mejor, pero guardaba silencio, también
estaban por allí Gorgojo, la urraca, Camunto, el erizo y Curcuma, el
arbusto, como en una obra de teatro, todos ellos la prestaban
atención respetuosamente sin interrumpirla hasta que terminaba, que
era cuando ella hacía una pausa en espera de confirmación a sus
elaborados planes. Como la respuesta no llegaba nunca, se levantaba
dándoles la espalda y sin despedirse entraba en la casa y cerraba de
un portazo.
La verdad es que, en
aquellos esquemas de posibles futuros, todo el mundo ganaba, Jacinta
hacía algo increíble, creando un pequeño paraíso en la tierra
beneficioso para los suyos, empezando por sus colegas de conclave, y
todos eran muy felices en aquel gigantesco patio heredado, de futuro
incierto.
Esa mañana, Jacinta se
fue rápidamente al mercado, deseando contarle a su amiga la buena
nueva, entro como una exaltación en la pastelería de Clara y la
dijo que se pasara por casa a eso de las seis para merendar juntas,
por supuesto no espero su turno en la cola, lo que tenia que contarle
a su amiga no podía esperar. Después de hacer la compra volvió a
casa, por el camino se cruzo con el marido de su amiga, -que guapo
estaba Manuel ese día- pensó. Manuel salía de un establecimiento,
era repartidor, recorría la comarca con una furgoneta grande, que a
Jacinta le parecía enorme, como sus brazos, hacía calor y sudaba
copiosamente por el esfuerzo de descargar los comestibles, Jacinta le
enjugo la frente con un pañuelo de lino que guardo cuidadosamente,
le dio un beso en la mejilla y le deseo un buen día, luego se
marcho, no sin antes mirar de reojo la furgoneta. En casa limpio
sobre limpio, comió y se sentó a esperar a Clara con la mirada
perdida en el aire del saloncito de visitas, en ese espacio que
parecía albergar poco mas que oxigeno y motitas de polvo que
brillaban aritmicamente con el sol que inundaba la estancia, Jacinta
podía ver perfectamente la forma de sus ilusiones, invisibles para
el ojo ajeno, desde el alfeizar de la ventana, Gorgojo la observaba
con detenimiento, como si su concentración le permitiese entrar en
la cabeza de la señora de la casa, y poder así, anticipar el
acontecimiento.
A las seis en punto el
aldabón de la puerta de roble macizo, arranco a Jacinta de sus
adentros.
- Pasa Clara, ¿como
estas?-
- Bien, cuéntame eso
tan importante- se conocían de toda la vida y los preámbulos no
eran necesarios entre ellas.
- Vamos al patio, así
te harás mejor idea de lo que te diga-
Una vez fuera, se
sentaron de frente a la tapia que se perdía a lo lejos.
- Esta noche he soñado
que convertía este lugar en un prado, verde, con varias clases de
hierva, lo llenaba de vacas lecheras y allí, a la derecha levantaba
un cobertizo donde poder ordeñarlas.
- ¿Que te parece?-
- ¿Vacas?-
- Si, lo arranco todo,
los arbustos, el árbol y el pesebre, así sucedía todo en mi sueño,
luego te vendía a ti la leche para hacer pasteles, y tu marido los
repartía por todas partes, quien sabe, puede que incluso por el
mundo entero-.
- Vaya Jacinta, es
increíble, y todo eso salio de tu cabeza?-
- Si, bueno, ¿que te
parece?-
- No se, pero si hay
alguien capaz de hacerlo, esa eres tú, yo te apoyo, ya lo sabes.
- Si si, ya lo se-
Jacinta miraba sin ver a su amiga, construyendo en la cabeza la forma
de sus deseos.
Después de unos minutos
de hablar para aquí y para allá, desaparecieron en la casa y el
patio quedo en silencio, mas de lo habitual, de echo parecía un
cementerio después de un grito horrible, donde hasta los muertos
contienen la respiración completamente mudos a la espera de ver
aparecer el horror en cualquier momento.
Por la mañana Jacinta
se levanto y descubrió que estaba en cinta, se puso muy contenta,
desayuno, se vistió, y marcho rauda al mercado, allí busco la
furgoneta de Manuel, y tuvo mucho cuidado de esquivar la tienda de
Clara. Al medio día regreso a la hacienda y puso un asado ha
prepararse, salio al patio con la colada y una cestita de pinzas.
Tres días después de
conocer la noticia de la vaqueria, Clara le dijo a Manuel durante el
desayuno que no sabia nada de Jacinta, este se limito a encogerse de
hombros y marcharse de caza. Clara decidió ir a ver a su amiga a la
salida del trabajo, quizá podrían comer juntas.
Cuando llego a la gran
casa llamo a la puerta sin obtener respuesta, después de un tiempo
prudencial la abrió y entro, llamo en voz alta y nada, miro en las
habitaciones y tampoco la vio por parte alguna, se dirigió a la
cocina donde un fuerte olor a quemado le arrugo la nariz, en el horno
había una bandeja ennegrecida que debió ser comida antes de quedar
carbonizada, esto no era normal y empezó a preocuparse realmente, la
puerta que daba al patio se encontraba abierta, salio y la vio tirada
en el suelo junto al cesto de la ropa para tender rodeada por un arco
iris de pinzas de colores, muerta.
La policía no tardo en
llegar, el inspector apareció unos minutos después, para entonces
había una patrulla de locales, otra de nacionales y una ambulancia a
la espera del forense para retirar el cadáver. El forense dictamino
que la muerte seguramente se debía a un impacto en la cabeza con el
suelo pedregoso, produciéndola un traumatismo craneoencefalico.-
Quizá se desmayo por lo que fuera - dijo el inspector Maturana -
Quiero pensar que esta pobre chica murió en el acto-, le dijo al
forense, - Ya se vera Maturana, le pasare el informe en cuanto lo
tenga-.
Unas horas después el
lugar quedó desierto, las sillas seguían apuntando en la misma
dirección, abarcando el enorme patio. Fue Camunto quien rompió el
silencio.
- ¿Significa esto, que
ahora ya no habrá prado?-
- Esta claro que no-
dijo Gorgojo - al menos por ahora-
- ¿Que quieres decir? -
pregunto Curcuma con tono preocupado.
- Pues que esa ya no va
a poner césped ni nada, pero no sabemos que hará el que venga
después-
- ¿Entonces no me
arrancan?- dijo con un estremecimiento que movió todas sus hojas.
- No- le tranquilizo
estroncio, con las orejas de punta.
- Dime una cosa Gorgojo-
dijo Paco - ¿ No parece que te importe la muerte de la señora?
- ¿Que insinúas
árbol?- grazno y voló hasta posarse donde todos pudieran verlo
bien, sobre la mesa junto a las sillas.
- Te he visto mirarla
desde las ventanas, y hoy le faltaba el colgante de oro que le regalo
su madre, no lo llevaba al cuello cuando la ambulancia se marcho-. El
naranjo hablaba con calma y todos esperaron a que terminara.
- Así que piensas que
la maté y después se lo quite ¿verdad?- gorgojo parecía enojado y
movía la cabeza arriba y abajo con nerviosismo.
- No digo que la
mataras, pero eres tú quién colecciona cosas brillantes, ¿quién
si no lo habría hecho?- tardo casi un minuto en decir todo esto.
- Y que dices de ti- se
giro moviendo las alas, mirándoles a todos para asegurarse su
atención- no se si os habéis fijado, pero a Paco le falta una de
sus naranjas de la tercera rama de la parte baja, a lo mejor la
lanzaste y golpeaste su cabeza- ohhh dijeron los demás al unisono y
se volvieron a mirarle y corroborar la ausencia de la pieza, el árbol
pareció encogerse unos instantes.
- ¿Es eso cierto?- le
pregunto Estroncio.
Camunto se acerco hasta
que le cubrió la sombra del naranjo y miro hacia arriba.
- Por supuesto que no-
se defendió Paco, -esa naranja se me callo anoche y un gato se la
llevo, ¿porque crees que yo querría matarla?.
- Bueno Paco, tu tienes
mucho que perder- espeto con voz ronca - eres un árbol, firme
candidato a ser talado para hacer el prado, si eso no es un motivo-.
- Me sorprendes Paco-
dijo Camunto -No lo hubiese pensado de ti-
- No tan raudo erizo, tu
también tienes mucho que perder, si arrancan a Curcuma te quedas sin
casa, a lo mejor dejaste una de tu púas en el suelo con la esperanza
de que la pisara y cayera al suelo, golpeándose- Paco movió una de
sus ramas dejando caer una gran naranja cerca de Camunto, el cual se
alejo hasta situarse cerca de Curcuma.
- ¿Hiciste eso
pequeño?- le interrogo el arbusto cuando se le acerco.
- Pues claro que no, me
conoces de sobra, duermo bajo tus hojas cada noche-.
- Pues a lo mejor tu
amigo arbusto es un asesino, erizo- Salto Gorgojo desde la mesa.
- No lo creo- le
defendió Camunto.
- ¿Porque no?- grito la
urraca con las alas abiertas- bien pudo ponerle una hoja de las suyas
en el café de la mañana para envenenarla, se desmayo y bum, golpe
en la cabeza, muerta, y nada de arrancarle.
- Cálmate Gorgojo-
interrumpió Estroncio. - no creo que las hojas de Curcuma sean
venenosas-.
- En realidad...- El
arbusto titubeo unos segundos, - si son venenosas, soy una adelfa,
así que si lo soy, venenoso, quiero decir-.
- Entonces quizá si
fuiste tu- le dijo el burro apartándose de la hojas.
- Oye oye, no te
dispares, tu también podrías haber sido- se revolvió Curcuma.
- No creo- dijo Paco, el
estaba cerca del pesebre mientras ella colgaba la ropa.
- A lo mejor le lanzo
una herradura desde allí- señalo Camunto.
- La policía la habría
encontrado de ser así- dijo Paco.
- Quizás se la llevo
después Gorgojo- observo Curcuma.
- ¡¿Que?!, te crees
que somos cómplices, arbusto idiota- el pájaro levanto el vuelo y
se marcho graznando insultos y amenazas. Unos arboles mas allá, se
oculto en su nido malhumorado, sobre sus tesoros, todos brillantes,
anillos, cristales de distintos colores, un colgante y un canto
redondo de color rojo.
- Creo que voy a tomar
el sol un rato- dijo Paco, y luego guardo silencio.
Camunto, agobiado, quiso
guardarse bajo la base de Curcuma, pero ya no se fiaba y fue a buscar
una piedra grande, junto a la escarbar un agujero. Estroncio les miro
detenidamente, una leve brisa acaricio su grueso pelaje anunciando el
cambio y después se marcho entristecido bajo el sotechado a rumiar
lo sucedido.
Clara estaba en casa,
triste, hoy no había abierto la tienda, no lo había hecho desde que
encontró a Jacinta, sentada junto a la ventana del salón, buscaba
en el paisaje cotidiano una explicación con que apaciguar la
angustia que la paralizaba, ¿como podía haber ocurrido algo así?,
pensaba, y de forma tan horrible. El inspector Maturana le había
dicho, que su amiga estaba en estado. - ¡¿Jacinta embarazada?!-
dijo sorprendida - ¿Pero como?- se pregunto en voz alta. - ¿De
quien?- dijo a su vez Maturana, - ¿Porque no estaba casada
verdad?-. El inspector había dicho que la pobre debió perder el
conocimiento debido a una bajada de tensión o algo así, cayo al
suelo pedregoso donde se le incrusto una piedra y ...en fin, eso es
todo, lo siento mucho señora Buford. Maturana no pudo evitar
abrazarla antes de despedirse.
Unos minutos después
entro en casa el señor Buford, venia de caza.
- Hola Clara, ¿como
estas?-
- Bien-
- ¿Hoy tampoco has
abierto?-
- No, lo siento, no he
podido-
- No te preocupes-
- ¿Que tal te ha ido?
- Bien, conseguí una
liebre- la dejo sobre la mesa de la cocina, guardo en un armario el
zurrón, la bota de vino y la honda, luego se lavo las manos -
¿Quieres café?-.
- Si, gracias, hacía
bastante que no cazabas algo-.
- No es cierto, hace
unos días mate una paloma-.
- Pero no trajiste
nada-.
- No, la deje allí-.
- ¿Porque?-
- Es mejor así-. Se
sentó a la mesa y le cogió la mano a su esposa, esperando a que la
cafetera terminara.fin
dedicado a Isabel A
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