Tras
el velo que arde en mi pecho, y nubla la mente esclava y volcada, veo
un rostro que no es el tuyo. Estiro los brazos buscando el soporte de
la cabeza cuyos besos anhelo y palpo el congelado desprecio revelador
de una carne embalsamada en piedra.
Atenazando tu vida con fuerza, amenaza la mía romperse y suelto,
quebrándose el yugo invisible de hierro
que esclavizaba mi alma. Cuando te miro de nuevo, veo mi cara de
mármol despedazándose como una carcasa de
antiguos equívocos. El viento que
susurraba veraz la condición de todo ser, me insta a saltar y
desplegarme lejos del oscuro sortilegio que solo yo podía
romper.
enlace desprecio
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