Caen
las lunas despedazando lienzos de vida que se renuevan con el fuego
helado de la inmortal madre, asesina en serie, que golpea pero no
abandona.
El
olvido es la debilidad del hombre pequeño, que se conforma con el
saco que nunca llena del todo.
Los
vestigios sobreviven al cauce erosionante del tiempo, alimentado por
la sangre azul agridulce, lecho primigenio de todas las razas.
No
desesperes por lo callado, por la piedra aun por descubrir al hombre
de carne vacilante.
Tras
el velo que separa esto de aquello, volverás a presentarte de nuevo.
Ya
fuiste trilobite y celacanto.
Lagarto
y manticora.
Muere
aprendiz de hombre, ya seras águila al viento.
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