martes, 3 de septiembre de 2013

relato corto - HOMÚNCULO

  En el preciso momento en que el equipo ATLAS hacía una nueva prueba en busca del HIGGS, en el colisionador de hadrones del CERN, para intentar demostrar el modelo estándar y quizá así entender una pequeña parte del universo, un coche negro seguido de una furgoneta destartalada serpenteaban a varios kilómetros de allí, al norte del lago Ginebra, en Lausanne. El coche lo conducía un tipo grande, lo hacía tranquilo, seguro de si mismo, su compañero, delgado y de rostro afilado, no apartaba la vista de la carretera, no hablaban, vestían colores oscuros y nunca ponían la radio, estaban lejos de casa, estaban allí para cerrar un trato, en el maletero llevaban una bolsa con novecientos mil euros.

La noche anterior, en Nueva York, Estados Unidos, en un programa de televisión nocturno de bastante audiencia, un experto en esoterismo afirmaba que el experimento que se llevaría a cabo en Suiza en unas horas pretendía crear una distopía atómica. Otro invitado a la mesa, que era un reputado científico físico teórico, intentaba convencerle de lo contrario, decía que si conseguían probar la existencia de las doce partículas fundamentales gobernadas por las cuatro fuerzas básicas, establecerían como cierto el modelo estándar e incluso demostrarían la existencia de la magia, sin embargo, el vidente insistía en que todo aquello atentaba contra las leyes de la astrología.

En las redes sociales corrió como la pólvora la posibilidad de que el fin del mundo llegara en forma de implosion final debido a un experimento que se estaba fraguando en Europa, en el famoso laboratorio científico suizo, un lugar cuya reputación y reconocimiento mundiales producía cierta desconfianza entre los profanos, que lo comparaban, equívocamente, con un reactor nuclear, y casi todo el mundo se acordaba de lo ocurrido en Chernobyl  en la década de los ochenta.

El coche se detuvo en un bosquecillo al oeste de la ciudad, bastante lejos de las casas que poblaban esa zona, dedicada al cultivo del cereal. Se apearon a la vez, como si fuese un autómata dividido en dos cuerpos, se situaron a los lados de la parte trasera del coche, pero no delante del maletero, eran profesionales, no había motivos para que la furgoneta los embistiera por sorpresa, aplastándolos, pero la precaución táctica formaba parte de su trabajo, extendiéndose con los años al ámbito cotidiano. Se comportaban igual si iban a hacer la compra que si realizaban un intercambio de drogas en medio de la noche. Cuando la furgoneta les alcanzo se paró a veinte metros, durante medio minuto que pareció una eternidad el motor permaneció encendido, la mano de un hombre joven, giró el contacto, apagando el vehículo. El silencio que reinaba en los campos se extendió entre los arboles y lo enmudeció todo. En el asiento del copiloto iba una mujer, también joven, ambos se miraron al resguardo de la oscuridad, incapaces de contener los nervios, excitados ante el posible botín que obtendrían si todo salia bien.
- No va haber ningún problema- le dijo él intentando parecer seguro de si mismo- esto es muy fácil, les damos las cajas, nos dan el dinero y salimos de aquí pitando, ¿de acuerdo?-
- Sí- consiguió decir ella en un susurro - de acuerdo-.

Bajaron de la furgoneta, una ráfaga de viento removió los cabellos rubios de ella, con las manos se abrazó los hombros, frotándose despacio los bíceps para protegerse del aire cortante que se levantó durante unos segundos, recorriendo el bosquecillo como una oleada nerviosa, moviendo todas las hojas. Tan pronto como vino desapareció.

Unos kilómetros al sur, un equipo de científicos estallaba de júbilo, abrazándose unos a otros, por fin lo habían conseguido, lo habían conseguido, era increíble, todos ellos formaban parte de uno de los trocitos de la historia de la ciencia mas importantes desde el descubrimiento del fuego. Habían encontrado la catorceava partícula y el mundo de la ciencia se vería profundamente revolucionado.

Cerca de Lausanne, junto al lago Leman, en la iglesia romana de Saint Sulpice, un estallido movió toda la estructura del edificio, una luz muy potente iluminó el sótano abovedado de la construcción, una catacumba de grandes dimensiones usada como laboratorio en el siglo dieciocho. Del techo caía arena que se desmigaba lentamente, y del suelo se había levantado una nube de polvo que cubría mesas repletas de objetos, estanterías llenas de libros y apuntes. Por todas partes las vasijas de barro y los frascos de cristal destrozados por la onda expansiva derramaban su contenido, perdido para siempre. La oleada invisible producida por el CERN se desplazaba ahora mas allá de la vía láctea, sus efectos en la tierra solo habían incidido en este lugar, sellado hacía mucho, y en el lejano Tibet. Una figura de dos metros se alzo gritando de dolor, inundada de vida, con el pecho en llamas, pletórico de energía. En tan solo unos segundos, recordó toda su vida hasta que se durmió, hace ciento setenta y seis años. Arrastrándose, palpando las paredes, recordando el tacto de la piedra, llegó a la escalera; sobre el último peldaño descansaba una losa enorme que tapaba el antiguo acceso a la cámara secreta, el primer lugar que vio el día de su nacimiento.

- Encender las luces de la furgoneta- dijo el delgado con un acento claramente búlgaro. Los chicos se miraron sorprendidos.
- No me dijiste que eran extranjeros- soltó ella conteniendo la voz para que no la escucharan.
- No lo sabia, Máx no me dijo nada al respecto, oye, cálmate- la dijo mientras se giraba. - No te preocupes- le oyó decir ella desde la puerta y la miro con cara seria. La chica se giró hacia los desconocidos que tenia enfrente, la temblaba todo el cuerpo, cosa que pareció complacer al delgado mientras jugaba con algo en el bolsillo derecho del pantalón. Los faros dibujaron la silueta de la chica y a los hombres que tenía delante, a los que no podía ver mejor que antes. Era como si esas dos figuras absorbieran la luz, tragándose los detalles de sus facciones.
- Hemos traído las cajas- dijo Werner insuflando aplomo a su voz.
- Deberíamos irnos- dijo ella mientras se mordía el labio.
- Cállate Veronika, piensa en la pasta, maldita sea- la dijo algo enfadado. Quería terminar cuanto antes, quería irse de allí y decirle a Máx que una vez era suficiente, se acababa de dar cuenta que prefería vender las pastillas de poco en poco como habían hecho hasta ahora, fabricar unas pocas en casa y pasarlas para que las menudearan por ahí. Dos años atrás él y su novia terminaron la carrera. En el cuarto curso se conocieron en Ibiza, y empezaron a salir, allí entablaron amistad con otro suizo que se llamaba Máx. Fue él quién les convenció para que usaran sus conocimientos de química para fabricar las anfetas. Al principio fue divertido, pero cuando empezó a entrar el dinero, se lo tomaron mas en serio. Al terminar los estudios se instalaron en una zona acomodada cerca del lago, les iba bien, eran discretos y no armaban jaleo. Pero esto era demasiado, un día Máx les pidió que hiciesen una partida grande, cuando escucharon el dinero que iban a ganar pensaron, es fácil, solo hay que cocinar mas y ya está, lo que no entraba en sus planes era hacer de correos; después de discutir mucho el dinero ganó la partida.

El homúnculo golpeó el techo hasta que la gran losa se resquebrajó, precipitándose sobre la escalera de madera, destrozándola por completo y sepultándole bajo tres mil kilos de piedra y astillas. No le importó lo más mínimo, se levantó cubierto de polvo y esquirlas clavadas en la piel, miró el agujero, feliz, y saltó. Recorrió la iglesia hasta la puerta; estaba tal y como la recordaba; habían cambiado objetos de sitio y algunos le resultaban extraños, como esas cajas negras que colgaban de las columnas. Da igual, tras la puerta se encontraba el mundo, él sabe que cuando se duerme puede pasar mucho tiempo, que las cosas varían con los años, pero eso no era importante. Hacia mucho que se había despedido de su creador y había vivido más tiempo que cualquier humano, lo único que quería era ver un árbol, zambullirse en el lago, y mirar pájaros, de eso nunca se aburría. La puerta estaba atrancada, de un golpe desencajó los goznes de las gruesas hojas de madera y el aire entró a raudales, como si quisiera limpiar aquel lugar de malos recuerdos. Se precipito afuera, respiro profundamente y empezó a correr dirigiéndose hacia la noche, huyendo de las luces artificiales. Cuatro calles más adelante, un coche le golpeó proyectándolo unos metros hasta darle un fuerte golpe contra un muro. El vehículo frenó en seco. Rápidamente miró en dirección del objeto atacante con ojos de fuego, lo miró desafiante un segundo y emprendió la carrera hacia el campo verde oscuro, hacia los arboles.

- ¿Habéis traído el dinero?- preguntó en un alarde de valor.
- ¿Tenéis el pedido?- respondió la figura más fina de las dos, con voz suave.
- Si- dijo Werner- diez cajas con cien bolsas de mil pastillas cada una.- Por alguna razón estaba hablando demasiado alto.
La figura que parecía un armario se dio la vuelta, abrió el maletero y saco una bolsa grande de deporte que lanzó a los pies del joven; este se quedó quieto, petrificado por una mezcla de miedo ante lo que estaba haciendo y de espectacion ante la posibilidad de ganar tanto en tan poco tiempo. Desde que terminaron de cocinarlo todo la semana anterior, había tenido mucho tiempo para decidir qué hacer con la pasta. Él quería llevar a Vero de viaje.- Cuando vea el tamaño del David de Miguel Ángel se quedará pasmada.- Pensaba que la gustaría Italia. ¿A qué mujer no la gustaría?. Nos iremos en seguida, cerramos el piso y en dos días estamos en las playas de Calabria. Solo pensar en el sol hace que merezca la pena la bobada esa de hacer de correos. 


Dos minutos después estaba fuera de la ciudad, rodeado de murciélagos. Había conseguido ver una lechuza que por poco se trago al saltar una valla de piedra que separaba unos cultivos. Inhaló una buena cantidad de aire fresco, deleitándose con los aromas que le rodeaban. Con los ojos cerrados paladeo cada sutil aroma que le llegaba al cerebro. Después de unos minutos los abrió lentamente, sintiéndose sosegado. Las primeras sensaciones al despertar en el sótano, de desorientación y angustia por los recuerdos, se disipaban ahora abandonando su cuerpo, como lo hacia el aire que expulsaba del pecho lentamente. No sabía hacia dónde dirigirse, busco el horizonte, tenía claro que necesitaba alejarse del bullicio, dejar la ciudad al menos durante un tiempo. Delante a la derecha vio una luz entre la espesura de unos arboles, esta vez iría con más cautela, nada de encontronazos con la luces móviles.

Con voz ronca, el grandote le pidió que pusiera las cajas en su coche negro; fue desagradable. Los dos chicos se afanaron en hacerlo cuanto antes, la chica puso la última caja en la parte trasera, mientras el grande sujetaba la puerta. Después la cerro de un portazo y la cogió del cuello, agarrándoselo con las manazas. La levantó un palmo del suelo y acerco su cara a la de ella para escrutarla, moviéndole la cabeza, como si estuviese examinándola el cráneo; parecía que podía ver a través de la piel. Werner gritó corriendo hacia las figuras ahora fusionadas. La asía con tanta fuerza que ella no podía respirar, y comenzaba a ponersele la cara roja, el joven llegó y golpeo la cabeza del grandote. Él le dio en la oreja izquierda, soltó a la chica y dijo- ¿quieres jugar eh?-, tenia una voz horrible, de un puñetazo tumbo al chico, se abalanzo sobre el y lo cogió de la pechera, le levanto por encima del hombro. -Pesas menos que un paquete de tabaco- dijo en un francés horrible. Werner entendió que debía hacer algo desesperado o acabarían muertos.
- Suéltale Emil, suéltale ya- dijo el delgado que se había situado detrás de él.
- Tú no puedes darme ordenes a mi.- Esos segundos preciosos fueron todo el respiro que necesitó el muchacho para lanzar un golpe a un ojo del gigante, que soltó un aullido y dejó caer la presa, llevándose las manos a la cara. Daba vueltas sobre si mismo sin parar de maldecir. De pronto se detuvo, saco una pistola de un sobaco y disparo al joven ocho veces antes de que cayese muerto al suelo.
- ¿Estás contento?, ahora habrá que deshacerse del cuerpo- dijo el delgado. Se le había congelado el rostro y le miraba con los ojos entrecerrados.
- Antes quiero encargarme de la chica, puedes mirar si quieres- El ojo izquierdo no paraba de sangrar, seguramente lo había perdido.
- Tendrás que matarla, lo sabes ¿verdad?-
- Lo he sabido desde que bajó de la furgoneta-. Sin previo aviso el pequeño saltó sobre los hombros de su compañero, saca una navaja del bolso y comenzó a clavársela con movimientos rápidos, a los pocos segundos cae al suelo donde se murió lentamente, mientras la sangre manaba de varias heridas profundas en el cuello.
Se quedó allí quieto, mirando tranquilamente hasta que dejó de moverse, y aun le siguió observando un minuto más, pensando en los años que habian trabajando juntos, sin sentir poco más que el tacto del mango del pincho en la mano. Después mira a la chica, no se mueve pero está viva, se acerca y se pone de cuclillas. Lentamente, comienza a cortarle la ropa con cuidado de no herirla, quiere verla desnuda, a ser posible con la piel intacta, cuando termina se levanta y observa su cuerpo desnudo, el pecho se le mueve lentamente arriba y abajo, esta inconsciente. Limpia la navaja con la blusa de ella y la guarda en el bolsillo de siempre. Se queda allí, mirándola, consciente de la fragilidad de la vida, en pocos segundos estará muerta y ni siquiera se va a dar cuenta, mejor para ella, seguro que no pensaba que las cosas terminarían de ese modo, pero bueno, está hecho y no hay nada que lo cambie. Recoge la pistola del suelo y le apunta directamente a la cabeza, un chasquido entre los arboles le llama la atención. Cuando gira la cabeza en dirección al sonido, ve una sombra saltando sobre él, ambos caen rodando, logra zafarse del extraño y apuntarle instintivamente, los disparos no cesan hasta que vacía el cargador. Extrañamente a su atacante no parece importarle, está seguro de haberle alcanzado varias veces, se sacude como un perro que tiene una mosca en el pelaje y da un paso hacia él, aunque sabe que no hay más balas en la pistola, la levanta a tiempo de hacer el ultimo clic, el homúnculo le arranca la cabeza de un zarpazo. Hacía mucho que no olía la sangre, parte de las agradables emociones de hacia un rato acababan de evaporarse. Al lado del muerto estaba el cuerpo desnudo de una chica. Entonces, como invadido por una horda de fieras sedientas, sintió el impulso de poseerla allí mismo, apenas si tenia fuerzas para controlar su cuerpo, que le pedía a gritos que entrara en el de ella, que la violara hasta destrozarla, que la matara y después fuese en busca de más. De nuevo recordó plenamente la razón de su autoexilio, fue él quien le pidió a su maestro que lo destruyese. Aquel, incapaz de hacerlo, le pidió que durmiera, con la esperanza de que el tiempo cambiara las cosas, quizá dormir durante años alterase la naturaleza primitiva y brutal que lo conformaban. Él no quería hacer daño, sencillamente, no podía evitarlo, por eso colocó la losa sobre sus hombros, y bajo la escalera, sepultándose en la cripta, tumbándose a descansar, bebiendo una poción que su creador le dio para que se apagase su luz, y pudiera aguardar un futuro que quizá trajese la esperanza del cambio. Pero no ha sido así, no ha cambiado nada, nota como se apodera de él una bestia nacida de la propia fuente del universo, con un hambre y un deseo capaces de generar galaxias enteras. Una fuerza que tan solo unos minutos antes volvía a encenderle el pecho, trayéndolo de nuevo a la vida. Es la aceptación de este hecho lo que lleva al homúnculo a liberar las energías contenidas en su cuerpo en forma de estallido final, esparciéndolo en pedazos, que pronto se fundirán con toda la materia que le rodea, para descansar de nuevo. Esta vez para siempre.




FIN

2 comentarios:

  1. A pesar de ciertas cuestiones gramaticales y otras tantas de carácter narrativo, el relato luce muy rico de detalles y logra crear un clima muy interesante. La verdad es que me gustó mucho y creo que hay un gran potencial como escritor en ti. Me gustaría leer mas material escrito por ti de ser posible. Felicitaciones! estas en buen camino.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, estoy de acuerdo con lo que dice, soy un novato, y ya he tenido la suerte de que alguien me diga algo parecido a lo que usted apunta. Incluso una persona se tomo la molestia de indicarme literalmente, algunos de esos errores, tan graves, que dan al traste con un escrito. Puedes tener imaginación, pero sin los medios correctos para plasmarlos, estas perdido. De hecho, si tuviese el detalle de indicármelos, le estaría muy agradecido. También me gustaría leer algo suyo o le que sea. He visto que no tiene enlaces, tampoco tiene nada de malo.
      Muchas gracias por todo.
      Un saludo.

      Eliminar

      Eliminar